Antes de ser madre por primera vez, una mujer no sabe qué es el amor hacia un hijo ni tampoco qué es el amor verdadero. Es posible que sienta amor hacia otras personas importantes en su vida, como por sus padres, familiares o por su pareja.
Pero ese amor, también muy importante y real, nada tiene que ver con el sentimiento que se tiene hacia un hijo. Una mujer que se convierte en madre, sabrá qué es el verdadero amor… el más grande, el que no se puede igualar con nada.
Es un sentimiento ambivalente, porque una madre sabe qué es y cómo es el amor verdadero, la felicidad real, el qué se siente porque su corazón está lleno de sentimientos maternos… Pero al mismo tiempo, también existen preocupaciones constantes, tristezas, lágrimas y cansancio.
Porque ser madre es lo más maravilloso que existe en la vida, también es gratificante… Pero también tiene otra cara más amarga donde las preocupaciones nunca se acaban. Ser madre es darse cuenta cómo el corazón que se pensaba que era nuestro, ahora está dónde están los hijos.
Miedos y preocupaciones
Tener miedos y preocupaciones puede llegar a ser estresante para cualquier persona, sobre todo cuando no se acaban y suelen ser constantes.
Pero tener un mínimo de estrés o ansiedad en la vida no es negativo, porque te ayudará a mantenerte alerta en todo momento, a estar pendiente de lo que ocurre a tu alrededor y sobre todo, de protegerte a ti y a tus hijos.
Es importante que el miedo o las preocupaciones no se convierta en un cúmulo de estrés o ansiedad, porque entonces no podrás realizar bien tu papel como madre y sufrirás más de la cuenta, sobre todo, por cosas que igual están en tu pensamiento pero que muy probablemente no ocurrirán nunca.
Una mujer que sabe que será madre ya sabe que nunca más volverá a ser una única persona en el mundo, a partir de ahora, será dos… Y su mente también funcionará por dos.
La identidad cambia
Aunque una mujer y madre debe seguir siendo mujer y deberá quererse y cuidarse a sí misma para poder seguir siendo una buena madre…
La identidad cambia porque se fusiona casi sin querer, con la de los hijos. Los cambios que sufre una mujer que se convierte en madre hacen que no pueda evitar sentirse unida de forma incondicional a sus hijos de por vida. El instinto maternal entra en juego y no se irá jamás.
Una madre pensará por y para ella, pero siempre es segundo lugar porque antes estará el bienestar físico y emocional de sus hijos… Siempre y cuando estos pensamientos no generen demasiada ansiedad o estrés como para que pueda poner en riesgo el bienestar emocional de una madre.
Los hijos necesitan a su madre estable física y emocionalmente y para ello, pensar por dos está bien, pero siempre dentro de la racionalidad y sin anularse a una misma como persona.
Piensa de forma saludable
Es necesario que todas las madres aprendan a pensar de forma saludable para que puedan sentirse bien consigo mismas y también con su entorno, para conseguirlo se pueden tener en cuenta algunos consejos:
- No te descuides, cuida de tus hijos… pero también de ti misma.
- Si no puedes con todo, delega las responsabilidades.
- No te dejes influenciar por personas negativas que te puedan hacer pensar que no eres capaz de hacer las cosas bien.
- Evita dejarte llevar por pensamientos negativos o preocupaciones que no te harán ningún bien. Cuando esto ocurra céntrate en soluciones y en el bienestar familiar.
- Ten prioridades muy claras para organizar tu día a día.
Dejar una contestacion